Los asistentes virtuales viven con nosotros y, en algunos casos, llegamos a tratarlos como si fueran personas. El problema viene cuando metemos en la ecuación alguien que no es capaz de distinguir que se trata de un software y que no es una persona real, o directamente, cuando no separamos suficientemente el asistente de nuestro día a día. Este es el caso de algunos niños que podéis ver en vídeo y que, solo responden al nombre de Alexa en lugar del suyo propio.
Aunque los vídeos están en inglés se entienden perfectamente. Sus madres, las llaman por su propio nombre y vemos, como no realizan gesto alguno de haber captado su atención. Sin embargo, cuando las madres dicen “Alexa”, las niñas miran porque creen que se están refierendo a ellas:
Vídeo de una niña de 11 meses que cree que su nombre es Alexa
Vídeo de una niña de 7 meses que cree que su nombre también es Alexa
Seguro que existen más ejemplo sobre este problema. No obstante, este no será el único problema que podemos encontrarnos en la sociedad por hacer uso de los asistentes. Desde perder las formas en las que pedimos las cosas ya que estamos acostumbrados a que los asistentes virtuales hagan las cosas sin más, hasta hacer que los más pequeños hagan trampas con los asistentes virtuales en su aprendizaje. Para el problema de las formas en las que pedimos las cosas, Google posee un modo “beauty” que obliga a pedir las cosas con educación, sobretodo, pensando en los más pequeños.
Para problemas como los de los vídeos mostrados, pasa más por la parte de los padres y el uso que le dan al asistente que realmente por el niño o el propio asistente.
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